Garay 2951, las ménsulas que sostienen el balcón de la ochava, me
sorprenden, por suerte, en una mañana soleada.

El rostro de extrema desesperación, pareciera interpelar al transeúnte.

Curiosamente hay cansancio en los ojos ciegos, un adormecimiento que se percibe cuando se observa su perfil
El hombre- león o el león-hombre, ¿Comienza a resignarse con su suerte? ¿Ingresa al
Averno? ¿ Se deja ir, mientras lanza su último grito al mundo? ¿Qué mundo es el suyo?
¿Será el de los paseantes, que bajo la protección de San Cristóbal, se atreven a
mirarlo, a compadecerlo, a identificarse con sus penurias e ilusorios bálsamos?

La casa en la esquina de Garay y Oruro, con sus monstruos y sus rejas
maravillosas